Los primeros años de mi vida los viví como un carajillo acomodado en la floreciente clase media de la sociedad limeña, hasta que Fernando Belaúnde Terry, presidente electo, fue derrocado por un militarillo llamado Juan Velasco Alvarado, uno de esos tantos dictadores que pulularon durante los 70s - que se pasearon en el país y de paso en las posibilidades de seguir viviendo en el Perú-.
Pero vamos a lo que nos concierne. Aunque a los 7 años mi madre me trajo a Costa Rica, esos primeros años que viví en Perú, marcaron algunas cosas importantes en mi vida: Cecilia -por supuesto (leer el post anterior)- y el negocio de mi padre.
En aquellos días mi papá tenía una venta de automóviles de lujo. Por mi casa desfilaban Chevrolets, Toronados, Impalas, Buicks y Pontiacs, entre otras marcas y modelos, que él ofrecía en su negocio.
Para afianzar las ventas, las casas distribuidoras le daban unos hermosos folleto de fina impresión con barniz zonificado en algunas imágenes (algo poco usual y caro para la época), fotografías impecables e ilustraciones esquemáticas, que eran una maravilla.
El juego de colores, la disposición de los textos, la manera de manejar el espacio me hacían pasar y repasar las hojas una y otra vez, maravillado por aquellas publicaciones que hacían volar mi imaginación. Mi papá, muy orgulloso, pensaba que yo estaba interesado en los vehículos que ofrecía en su negocio, pero mi admiración estaba en los folletos, no en los carros.
Era muy niño y no sabía cómo se llamaba eso que tanto me gustaba, tampoco pregunté, porque no sabía cómo expresarlo (debo haber tenido unos 4 o 5 años). Lo cierto es que ese fue mi primer acercamiento al diseño gráfico, carrera que estudié en la U.C.R. cuando aún era una carrera en ciernes y no había computadoras (la Apple Macintosh apenas estaba en la mesa de diseño de Steve Wozniak); lo cual me llevó a descubrir el arte de la fotografía... pero eso es otra historia.